Como tantos días, volvía a casa tras una larga jornada de trabajo. Como tantos otros días caminaba envuelto en la ensoñación que habita dentro de mi mente desde aquel triste día.
La música, a través de mis auriculares, envolvía mis sentidos hasta el punto de eludir todo cuanto me rodeaba. Subí al autobús, como tantos otros días, ajeno a todo lo que ocurría a mi alrededor.
Para hacer más ameno mi viaje, saque de mi mochila el cuaderno en el que suelo escribir mis notas, necesitaba escribir y describir todo cuanto siento en estos momentos.
Un rio de palabras fluyó de mi mente al papel, en alocado frenesí en principio, tornando a relajada escritura a menudo que transcurría el relato, como tantos otros días, no termine aquel escrito pues llegaba a mi parada.
Entre en casa, tras la rutina de siempre y, como tantos otros días, me sente frente al ordenador para ver los correos recibidos y navegar un poco en la red hasta la hora de cenar.
Como tantos otros días, leí correos de chistes y amistosos Power Points, pero aquel día no fue como tantos otros días pues me habías escrito, tu nombre aparecía varias veces en el listado de mi bandeja de entrada.
Tus palabras volvían a llenar mi oídos, una sensación de indescriptible felicidad inundó mi interior. El universo entero fue perceptible y tangible para mis sentidos.
Uno de los correos era un regalo, me regalabas una canción y, como un niño en Noche Reyes, corrí a abrir mi regalo.
Escuche varias veces esa canción y, como tantos otros días, me sentí como un niño perdido.
Que jodías son algunas canciones, que siempre nos llevan a una parte del cerebro que no queremos tocar, el recuerdo
ResponderEliminarBesicos
¡Qué la Mahou acompañe tu prosa y verbo fluido!
ResponderEliminarBenditas canciones... aunque duelan.
ResponderEliminarUn beso :)