martes, 31 de julio de 2007

¡¡¡Si es que soy un pringaillo, oiga!!!


Que alguien me diga cuanta ropa de invierno es necesaria llevar en la segunda quincena de julio en la Costa del Sol, ninguna ¿verdad?, lo normal son unos pantaloncitos bermudas y unas cuantas camisetitas.

¡Pues no!, hay que llevar ropa de abrigo porque si no, te toca salir corriendo al Decathlon a comprarte un par de forros polares, para poder soportar el gélido airecillo o brisa marina de la noche de Costasolense.

Así fueron mis primeras tres noches de pesca en el puerto de Benalmádena, gélidas. No me lo podía creer, a veintitantos de julio y un frío de narices. A tal punto de frío, que la mayoría del tiempo tuvimos (mi hermano y yo) que conformarnos con mirar los punteros de las cañas desde el coche.

Salir a la carrera para revisar o cambiar el cebo y volver a la velocidad del rayo al coche y ¡¡poner la calefacción!!, si es que atinábamos a darle al botoncito con la tiritera, fue la tónica general de las primeras noches de pesca. Las siguientes se hicieron más soportables ya que se produjo una tímida subida de temperatura y porque el forro polar era de buena calidad.

Ni que decir tiene que de pescar nada de nada. Se conjugaron las tres circunstancias para que el pez (que no es tonto) no se acerque a la costa a alimentarse, una: el mar de fondo, dos: las bajas presiones y tres: nuestra presencia.




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